martes, 12 de noviembre de 2013

Sauce Ciego, Mujer Dormida

Al cerrar los ojos percibí el olor del viento. Un airecillo de mayo con
turgencias afrutadas. Ahí estaba la piel, y la pulpa, blanda y jugosa, y las semillas.
La fruta reventó en el aire y las semillas, convertidas en una nube de blandos
perdigones, dieron contra mi brazo desnudo. Atrás, sólo dejaron un dolor tenue. 




Los temas que aborda el libro son los mismos que sus seguidores habituales estamos acostumbrados a leer en sus novelas, tales como la soledad, el dolor tanto físico como emocional, la pérdida de identidad, el poder de los sueños, la búsqueda del amor como método para curar las heridas o las infinitas posibilidades que nos ofrece el azar de cambiar radicalmente nuestra vida. Muchos de los cuentos que aparecen en la novelaconstituyen fábulas bastante complicadas de interpretar si no estás familiarizado con los desvaríos propios del autor, mientras que otras historias en apariencia más tradicionales son capaces de realizar un giro diametralmente opuesto al que nos imaginábamos y convertirse en una narración de carácter onírico. Hay ciertos relatos que me han parecido poco menos que brillantes y otros que te dejan con un gran vacío sustancial por su falta de consistencia. Sin embargo, ¿qué es lo bueno de toda esta irregularidad? Pues que la lectura de Sauce ciego, mujer dormida supone una oportunidad perfecta para adentrarse en los mundos fantásticos de Murakami y comprobar sin temor alguno a salir escaldado si la asombrosa, inequívoca y evocadora forma de entender la realidad de este autor japonés se ajusta cómodamente a tus cánones literarios o si por el contrario, te provoca intensos e irrefrenables deseos de arrojar el libro por la ventana. Seas del grupo que seas, no te dejará indiferente.

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